Oxigenamos
el fuego y lo avivamos
el cannabis
abrió los caminos,
las ideas
remotas e invisibles
dieron luz
desde la molécula,
lumbre que
brotan los gametos
juntos de la
mano uno al otro
con los
dedos entrelazados
como novios ilusionados
por el amor.
Era la tarde
en tu dormitorio
debutamos el
humo denso,
demolimos la
moral y la ética
demolimos
las piedras que
la educación
hasta entonces
nos había
puesto en el camino
para que no
andemos más rápido
y vayamos
más lento.
Sin obstáculos
tan de repente
no muy tarde
vimos el infinito,
nos ardían
los ojos y los labios
fuimos a la
licorera
y nos
quitamos la sed.
Por eso
amigo, cuánto te amé.
Amigo mío en
la borrachera
nunca dudé
en besarte la boca,
todos los
juerguistas lo celebraban,
a la
homofobia se la habían aspirado
daban brindis
compulsivos
hasta acabar
vomitando al árbol
de la
esquina.
Cómo no
recordarlos con amor
amigos
varones de la noche,
transeúntes
invisibles
fluorescencia
de prostíbulos
clientes
asiduos del cine porno…
Los amé,
más que al
perro de la infancia
más que al
primer amor
mucho más
que a todo eso,
Los amé.
Amigos con
ustedes descubrí
los colores
en el rock n’ roll
la oscuridad
en el heavy metal,
las
vibraciones en el deep house
y la
alquimia
en los baños
de las discotecas.
Amigos, nos
dolió el vigésimo año
asesino del teenager que fuimos
el que se
drogaba con libertad,
sin la
consciencia del autoflagelo
sin el miedo
de coquetear con el sida
sin culpa
por faltar a la Universidad…
Ya no
podíamos estrellarnos
como un
escupitajo
en la cara
de la vida.
Santiago…
Enterramos a tu padre
el Atlántico
titiló gotitas
un cardumen
se percató
fueron a ver
y eran tus lágrimas.
Tu agonía
prosperó lejos
tu alegría
deliró con esas compañías
que emulaban
mi sonrisa
del mejor
amigo de una época muerta.
Yo acá en
nuestro país
encerrado en
mi cuarto
analizado
por las almohadas,
la
vestimenta, los cuadernos,
los lápices…
objetos testigos
de los golpes
con los que
lastimaba al sinsentido,
hasta
partirme la frente, hasta sangrar
el techo
cada vez estaba más cerca…
Un día lo
tuvimos todo,
éramos
dueños de nuestras heridas
y ahora el
presente nos separa
como si
fuéramos perros en celo
de razas
distintas.
Quedamos aquí
Oliver y yo
consumiendo la
droga
que nos
salvaba de la ciudad
sentados en
los parques de los barrios,
a ti también
te habría salvado,
de estar
aquí.
Igual Santi,
te amé… te amé.
Oliver, obvio
que te amé
justo al
terminar el colegio
teniendo
libres las mañanas
una mañana
de esas
me
deslumbraste los ojos
con un
cuarto de marihuana
que nos
fumamos entera
escuchando
Lou Reed, Sunday morning
y ya no estallaron nuestras cabezas
como en la
primera experiencia
esta vez fue
un vuelo psicodélico
el prisma
del caleidoscopio giraba
en las paredes
de tu dormitorio,
por eso te
amé.
Amigos del
barrio
dónde está
la embriaguez
la que nos
reunía el fin de semana
dónde está
irnos a la cancha
al fútbol la
tarde del domingo,
se nos fue
de las manos aquello,
no sé
ustedes
pero yo
estoy algo ciego
ya no veo
esas luces:
un partido
en la pampa sin linear
contra el
equipo del otro barrio
ellos
descalzos nosotros sin camiseta
jugando por
el galón de agua
eso era la
copa.
Amigos, me
gritaban Maradona
no para que
les pase el balón,
en realidad
me lo decían de burla
porque en la
nariz
me veían una
mancha blanca,
sé que nunca
les importó esa mancha
ni que no
les pase el balón
porque
metería el gol
que
contrastaba nuestra pérdida
ésa, de
desnudarnos la pobreza
y vernos los
genitales sin pudor.
El amanecer
del primero de enero
nuestro
ritual era
buscar en
las cenizas del año pasado
entre las
maderas de los viejos
las
camaretas que burlaron el fuego
mancharnos
la cara, las manos,
la ropa
nueva y hacerlas explotar
provocando
ladridos a los perros
hasta que la
policía nos espante
con el
estruendo de un disparo al aire.
Qué emoción el
primero de enero,
comer
encebollado con pan y chifle
entre otros
cuerpos resacosos
que hacen de
la resaca una fiesta.
Amigos del
barrio, de la inmadurez
de la burla al
defecto a carcajadas,
de estar en
el llanto
de la
desgracia más hambrienta,
de estar en
el abrazo de la navidad
y en el
diario autoflagelo
por eso, los
amé.
Amigos de la
primera Universidad
en el pre
universitario los amé.
Después de
clases, fumarse un cigarro
ver mujeres
e ilusionarse con conocerlas.
Qué hervor
en nuestro cuerpo,
qué bullir testosterónico
en las
fiestas de la federación estudiantil
por el
inicio del PRE,
por el
intermedio del PRE
por la
finalización del PRE,
por la reina
del PRE,
por el
campeón de fútbol del PRE,
por lo que
sea del PRE…
qué
locomoción pélvica, ay esas fiestas.
Desatendíamos
las clases de anatomía
por apostar
besos a las chicas
si no conseguían
pronunciar
“esternocleidomastoideo”,
al revés
y así
chupábamos esas lenguas
que
serpeaban por esas bocas
que hace un
año eran utópicas.
Hurgando el
compendio de Testud
descubrimos
que al tener dominio
del músculo
isquiocavernoso
ya no
necesitábamos en el coito
visualizar a
las tortugas ninjas
para evitar
la eyaculación precoz…
Por todo eso
amigos de la
primera Universidad
los amé.
Amigos de la
segunda Universidad
los amé, aún
viendo en mi cara
que era un
lerdo en matemáticas
y que ni de
broma tenía el talante
de un
estudiante
de ingeniería
en telecomunicaciones y electrónica
me quisieron
aunque sabían
que estaba
perdiendo el tiempo
nunca se
preguntaron
¿Qué rayos hace este hijo de puta
aquí?
Pero era
inevitable no reírse
cuando el
profesor de física cínico
me pedía
optimista que resuelva
un problema
de electromagnetismo,
y yo frente
al pizarrón sin tener idea
parecía
estar evitando una arcada
me daban
impulsos de salir corriendo
deseaba que
se dé el apocalipsis ya.
Y ustedes,
solo echaron unas risitas
ante esa
tragicomedia universal
tan solo
echaron unas risitas,
por eso los
amé.
Amigos de la
tercera Universidad,
en el
instituto de arte, los amé.
Andábamos
vagabundos
vistiendo la
moda diseñada
con la ropa
vieja del trastero.
En la mirada
algo nos relumbraba,
sentirnos
cómplices seguramente
pero los
estoicos (como les decíamos)
atribuían a que
aquella luz
era
provocada
por la
inhalación de trementina.
Amigos
artistas, los amé.
Por la luz
que la goma sobre el carbón encendió
por el surco
tallado en el linóleo
por las
gubias que haciendo grabados
clavaron en
sus manos.
Por los
estiques enterrados en el barro
por el
pulverizador que al busto refrescaba,
por los
pinceles que pintaron el lienzo
por el
barniz que al óleo maduraba.
Por todo eso
los amé.
Amigos de la
cuarta Universidad
en el aula
cuando el silencio lo permitía
nos veíamos con
cara de incertidumbre
y en
silencio mismo nos preguntábamos
el ¿Por qué
educar?
Intuimos que
esa respuesta venía
de las
bondades del idealismo
lo cual era
igual que asegurarse la pobreza.
Compensaremos
la carencia
provocando a
los niños Ilusiones y fantasías
donde puedan
volar
hasta que se
esfume ese imaginario cielo
soplado por
el gigante malvado,
hasta que se
den cuenta que todo
la
educación, la moral, los modales…
no brindarán
la inmortalidad.
Al menos no
estimularemos sus genitales
como la
publicidad lo hace.
Sé que tenían
la sospecha
de que yo
venía del infierno
y nunca me lo
dijeron,
en realidad
no lo quisieron creer
aunque
faltaba a clases,
no iba a rendir
los exámenes
y el
reprobaba el semestre,
me hicieron
creer
que el
excremento cuando lee, resplandece.
Por eso los
amé.
Mario… por
tu peinado
mitad punk
mitad arte conceptual
por La
Fuente que en tu brazo tatuaste
por el flashmob, el baile en la calle
la guerra de
almohadas, el beso ambulante
por ser
elegante en decir sin vociferar
que todos
los signos son pura banalidad,
aunque lo
gritábamos en el mosh
de esos cover pésimos de Nirvana
cuando venía
el Heavy más alto y pesado
y nos aplastaba
y en ese aprieto reíamos
desenfrenadamente,
lunáticamente…
Tuve ganas
de besarte y dejarte
el lápiz
labial de la vida en tu mejilla…
Te arrebaté
la mujer que te gustaba por celos
no por
hijoputa. Por eso te amé.
Amigos
poetas, juglares de la decadencia
cada noche
de crepúsculo y luz artificial
enardecen la
oscuridad, la música bohemia,
el
despotrique poético
y la
conquista asidua de la ebriedad…
Amigos
poetas, al leer sus poemas
me
transfiguro en lo que no existe
y como en el
game over
tengo que
comenzar el juego otra vez
e ir a la
carpintería de mis versos…
Por todo
eso, cuánto los amé.
Amigos de
bares y discotecas
amigas viejas
de bragas fucsia
y sus
maridos,
amigos locutores
y periodistas,
amigos vates
y actores de la calle,
amigos cigarrilleros
indígenas…
por el
baile, por el calor, por la borrachera
por el
encierro después de la hora permitida
por el after y por la amanecida.
Por todo
eso, Los ame.
Amigos, que
brindaron el cosmos
donde me
revolqué
como un
perro recién bañado sobre la tierra.
Amigos, que
se alejaron
para dejarme
a solas con el dolor
en las
esquinas, en las calles,
en los
tugurios más escalofriantes…
Nunca los
olvidaré.
Sin embargo,
vinieron a mi cuerpo
cuando la
soledad ya laceraba
cuando la soledad
ya no era buena
ni para crear;
se acercaron amigos
a ver la
coctelera oxidada
en que me
había convertido
que aún los
psiquiatras mezclaban
los
obsequios de los visitadores médicos.
Aunque
parecía tener los ojos cerrados,
los vi
amigos
y desde el
pensamiento eché una sonrisa
porque sé
que los amé.

1 comentario:
Wow
Publicar un comentario