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| Foto: Eduardo Jaime |
Cuántos
litros de alcohol
se han
mezclado con mi sangre
y antes de
llegar a mi sangre
qué tejidos consumiría
con su
naturaleza ardiente.
cuánto humo
de diferentes procedencias
nublaron mis
pulmones.
Sin embargo
fueron más risas
que desdenes
los proyectados por mi rostro
sobre la
cúspide del exceso que
en resacas y
sobredosis
nos daba
cátedra de la realidad.
Esa realidad
está documentada
en el dolor
de la médula
que me
joroba,
y en el
dolor del pecho
que me
comprime.
El doctor
auscultó mis pulmones
y
diagnosticó que todo estaba bien
hice el
gesto de no haber entendido,
sin más me
fui.
No me lo
creí, para nada
en ese
momento surge
mi increíble
habilidad de compendiar
la
sublimidad de la decadencia
en un
segundo de pensamiento.
Me apena los
días pasados
y le rindo
homenaje a cada neurona
abatida por
la repetición retórica
de mis
paranoias.
El pensamiento
se torna
más malévolo
que la misma droga,
agobia a la
negritud de mi cerebro
que se
revoluciona con el free jazz y la
marimba,
es el
instante cuando alguien
chasquea sus
dedos en mis ojos
para
regresarme al presente.
Por inercia
casi sin decidirlo
decido
beberme una cerveza
pido una
ronda para todos mis amigos
sentir el
acto social de la celebración.
La mañana
siguiente
ni las
palabras del doctor son alicientes
y el cool jazz
hace
cinematográficas las circunstancias
a las cuales
mi dolor le está dando lucidez,
ahí todos
los sentidos adquieren más sensibilidad.
Cuando las
apariencias caducan se hacen ridículas
el cuerpo se
confiesa destrozado
por dentro y
por fuera,
el
autoconcepto mordisquea la cabeza.
Husmeo la
privacidad del mundo
para
enterarme de su infidelidad
y me
retuerzo cuando me entero que sí lo era
que me era
infiel antes que yo naciera
y esos celos
retrospectivos me confunden
me siento el
único amante traicionado
de todo el
planeta.
¿Saben qué?
Como mi
padre igual todos moriremos,
morirá el
luterano y morirá el poeta,
hoy o mañana
la vida se nos irá
nuestros
huesos cantarán el éxodo de la tragedia.
Otras vidas
seguirán naciendo
como han
nacido frente a mi lenta muerte
el fin de mi
tragedia servirá para tensar
un poco la
tasa de natalidad de la nación.
Respirar
amando el aire aspirado
con el amor
que uno ama a los padres y a los hijos
llorar con
orgullo ese llanto
no utilizar
lo patético para ser acariciado,
digerir el
aire en silencio y aprender.

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