El
vacío escarba
en
los desperdicios del silencio
el
zapateo del trote del segundero
ensordece
y agrieta el cristal
de
los ojos.
Al
cuerpo en la inmovilidad
del
placer
los
pómulos le crecen
lo
macilento le habita
pronto
sus huesos tendrán libertad
de
gala saldrán vestidos
con
su piel.
Los
azulejos abren sus bocas
para
tragar el derrame
que
escupe la mente
entre
las piernas.
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