¿Cómo oler el sudor de tu cabello
cuando nos rodean brillosas tijeras
y la tentación de mutilarme la nariz me viola?
Me rendiré y rebotará en el suelo
que lo trapea el alma de tu cuerpo
vestido de mucama.
El silencio gritó en medio de estas
cuatro paredes que
insinuaban ser ese cielo de
firmamento colorido,
nos levantábamos friolentos, el
calor lo fecundábamos
cuando juntos veíamos objetos
invisibles.
Columpios oxidados siguen
meciéndose
esperando inmaculados traseros
que ahora se esfuerzan en posarse,
esperando ser impulsados
por pies que no alcanzan a pisar el
suelo,
esperando esas sonrisas que ahora
son labios de concreto
esperando…
solamente el desvanecer súbito de
tu cuerpo.
De no ser así, esta vez rebotarán mis
ojos
y veré los pelos de la escoba que
más barrías
cuando ensuciaba el living de tu
inocencia
con mis lascivos desperdicios.
Sucumbiendo el violáceo por el alba
se despegan nuestras pestañas
las cortinas levemente danzan
como los cuerpos desnudos que he
visto en la vida,
cuerpos que son estampillas
de un correo que nunca llegó
de un cartero que nunca nació
de unas letras que no tienen
idioma.
Ahora vemos los únicos rostros del
momento
sentimos las cuerdas bucales
romperse como
nuestros sueños en la perpetua
soledad temporal,
ya no seré lo que quise ser
fue negligente no pensar que el
siguiente minuto no existe.
Los días pasados a bayoneta hincan,
el espacio que sostienen nuestros
pies se inunda
con gotas rojas que nunca se
enfriarán
ni grabarán pegotes en el suelo,
osado mi cuerpo se dispara
corriendo
en algún momento tropezará
con obstáculos puestos por seres
desnudos y sonrientes
que dicen mucho diciendo “destino”.
Las orejas son corazones
los sonidos parecen puñales
oxidados
por el aire que exhalo de la boca
en un lugar que no es la tierra
sólo cuatro paredes blancas que
insinuaron ser ese cielo.
Dar vueltas rápidamente hasta que
la muerte asome
curiosa viendo con misericordia
el huésped que recibirá en su
morada:
preferirá dejarme entre los vivos
toda la vida.
En vida muerto
aún sea disparado seguiré sangrando
sanando con letras las heridas.
Encendiendo el tabaco que siempre
vacilé en fumar
pensando el mismo gastado
pensamiento
no hay más que cavilar, anorexia
cerebral.
Las neuronas no se hablan cada una
adjunta su devenir
en realidad quieren huir de ese
país llamado cabeza.
La nicotina mora en mí y angustiado
el humo desvanece
tímido medito si eso es humo o es
por fin la compañía
que cada ser espera en la vida,
clichés que con el tiempo
se convierten en chismes de viejas
con café en mano.
Te veo en el suelo, te llevaré
donde el frió no descansa
en un lugar tan peligroso que la
vida no desea entrar
no existe nada, los sentidos
carecen de complemento
las sonrisas tocan la puerta vendiendo
tristezas
tan caras que no se las puede
comprar
al menos tengo asegurada la
pobreza.
Las gratas vivencias mandan un
banquillo
para sentarse a recordar cosas que
anestesian
el dolor que produce ver y no ver,
de ser amante de la Nada:
pronto sufrirá la infidelidad
por culpa del Todo empachado de
baladíes.
Veo una pared de ese cielo y
cuestiono
¿Cuántos labios son fósiles de
muchas pieles?
¿Cuántas personas encienden un
cigarrillo para llorar por la boca?
¿Cuántas uniones de cuerpos mitigan
cruentas ansiedades?
¿Cuántas mentiras gustaron más que
las verdades?
Las respuestas llegarán volando,
pero en las cuatro paredes
el aeropuerto no tiene pista y si
lo tuviera no aterrizaría,
la retahíla de la vida responde
todas esas preguntas.
Siempre habrá una que no tenga
respuesta: el Eslabón perdido
que juega encadenado en el patio
del subconsciente.
Conforme el Eslabón, sin cavilar que
su realidad es ser prisionero
salta y salta feliz salta con
canciones de Enrique Llana,
sin sentir los metales que muerden
sus tobillos
sorprende ver como el sufrimiento
es más feliz.
Envidioso duermo porque el cielo
oscurece
la Nada es la sábana que me cobija
del frío soplado por tu ausencia.
1 comentario:
Interesante.. muy interesante, lo obscuro de tus textos me provova algo interesante...
Saludos : )
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